¡¡Feliz día del niño!! POR EL NIÑO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO!!


El 30 de abril se celebra, en algunos países, el día del niño. Para la mayoría, esta etapa feliz de la vida se alarga hasta los 12 o 13 años. Pero para otros, por desgracia, las circunstancias de la vida los obligan a asumir responsabilidades más propias de adultos, que quitan a la infancia mucho de su mágico encanto. Vienen a la mente tantos niños en África a quienes se les ha robado su niñez, cambiándoles la pistola de juguete por una de verdad. Ya no tienen tiempo para la fantasía, han sido inmersos en la cruda realidad. O esos otros en las grandes ciudades, que por vivir en una familia monoparental, han de cubrir las responsabilidades del progenitor ausente, haciendo propias de esta manera, tareas y preocupaciones que no corresponden a su edad.

Ante este panorama contrastan las memorias entrañables de tantos otros que tuvimos la fortuna de gozar de una infancia feliz. Cuando todo era juego y alegría sin preocupaciones ni responsabilidades personales. La tarea principal era crecer y asimilar el mundo a nuestro rededor. Los mayores se encargaban de satisfacer nuestras necesidades. ¡Qué fácil parecía la vida en ese entonces!

Un buen día crecimos y las cosas se empezaron a complicar. Nuestro mundo interior despertó y nos descubrimos diferentes a los demás. Nos empezamos a independizar de la familia y a refugiar en el grupo de amigos. Con la edad, la responsabilidad personal fue aumentando, dándonos cuenta de que cada acción tenía sus consecuencias a las cuales teníamos que responder. Ya no valía, como antes, que papá diera la cara por nosotros. Sin embargo, en esos momentos, su ejemplo y cercanía nos sirvió de guía, aunque no lo reconociéramos entonces.

Y así, pasaron los años y nos fuimos adueñando cada día más de nuestra vida. Escogimos carrera y formamos nuestra propia familia. En ese momento redescubrimos todo lo que nuestros padres habían hecho por nosotros. Volvimos a valorar su apoyo y educación, y nos dimos cuenta de que las cosas no eran tan “fáciles” como nos parecían de pequeños.

Llegaron los hijos y el ciclo se repite. Ahora nos toca a nosotros hacer que su infancia sea tan feliz como la nuestra. Que puedan disfrutar de esa etapa “sin responsabilidades” para dedicarse no sólo a divertirse, sino a formarse y a desarrollar de la mejor manera su potencial. Nos toca no sólo disfrutarlos mientras son pequeños, sino prepararlos para que hagan algo grande y bello con sus vidas. Nos toca enseñarles a ser felices y a hacer felices a los demás.

Y ante esta responsabilidad, nos preguntamos ¿cómo hacerle? Parecería que nuestros padres la tuvieron más fácil. El ritmo de vida no era tan rápido. No contábamos con tantos medios tecnológicos que meten de todo en nuestro hogar: noticias, crímenes, ruido, malos ejemplos, etc. No éramos tan conscientes de “nuestros derechos” como niños, por lo que los dejábamos que nos educaran como mejor les parecía a ellos. No exigíamos tantas cosas para jugar. La vida, en fin, era menos complicada.

Aunque mucho de verdad pueda haber en esto, cada época ha tenido sus grandes retos para educar a los hijos. Los niños, siguen siendo niños, a pesar del contexto en que viven. Y los padres tienen la responsabilidad de educarlos, también a pesar de las circunstancias. ¿Qué fue lo que hizo verdaderamente que nuestra infancia fuera feliz? (O en su defecto, ¿qué fue lo que nos faltó para que lo fuera?) ¿Las cosas materiales? ¿Las muchas actividades? ¿El estar bien vestidos? Lo que verdaderamente puso la base para nuestra felicidad fue el sentirnos seguros, sin miedos por el presente. Eso fue lo que nos permitió ser realmente niños. Nunca se nos ocurría que nos pudiera faltar la comida, o el vestido. Nunca llegábamos a nuestra casa pensando que nos hubieran abandonado. ¿Y qué nos daba esa seguridad? El sabernos amados por nuestros padres. Sabíamos que mientras ellos estuvieran, nada nos faltaría. Sabíamos que lo mejor para nosotros era lo que ellos nos dieran. Con ellos teníamos atención, cariño, cuidado, casa, comida, educación, diversión… Nuestra peor pesadilla era que nos llegaran a faltar, pues entonces sí, todo se nos caería.

Los niños de hoy, aún en una época distinta a la nuestra, son fundamentalmente iguales a como fuimos nosotros. La base para su verdadera felicidad será la seguridad que les dé nuestro cariño, atención y cercanía. La familia, mientras siga siendo tal, tiene todos los componentes necesarios para una buena educación de los hijos: amor entre los progenitores, amor de éstos a los hijos, hermanos con quienes jugar, educación, diversión…

Ante la pregunta de cómo evitar esos casos tristes de infancias truncadas, la respuesta no puede ser otra que cuidando la familia. Está claro que la familia funcional es la única garante de los verdaderos derechos de los niños. Sólo bajo el cuidado, amor y protección de los padres se puede asegurar que el niño se desarrolle adecuadamente. Sólo cuando la familia no existe o se ve amenazada por carencias económicas, educativas o sociales, el niño se ve desprotegido y se convierte en objeto de explotación brutal.

Por este motivo, la verdadera ayuda a la infancia, pasa siempre por el apoyo y ayuda a la familia. Invertir el tiempo y el esfuerzo necesario para que la familia sea un verdadero hogar para sus miembros, es la mejor manera de construir una vida y una sociedad. En este día del niño, más que pensar en ayudar el niño en solitario, pensemos en la manera de mejorar su hábitat natural que es la familia, de esa manera podrá contar con todo lo que necesita para crecer y convertirse en un adulto feliz que pueda hacer mucho bien a la sociedad.

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