LA VERDADERA HUMILDAD
“No hay cobarde más despreciable que el hombre que deserta la batalla por su alegría, con miedo a afirmar su derecho a la existencia, faltándole el valor y la lealtad a la vida que demuestran un pájaro, o una flor extendiéndose hacia el sol. Descarta los desahuciados harapos de ese vicio al que llamas virtud: la humildad – aprende a valorarte a ti mismo, que quiere decir: a luchar por tu felicidad – y cuando aprendas que el orgullo es la suma de todas las virtudes, aprenderás a vivir como un hombre”.
a humildad y la prepotencia son siempre dos caras de la misma premisa, y siempre comparten la tarea de llenar el espacio que ha dejado la autoestima de una mentalidad colectivizada. El hombre que está dispuesto a servir como medio para los fines de otros, necesariamente verá a los otros como medios para *sus* fines.
La auto-humillación es la antítesis de la moralidad. Si un hombre ha actuado inmoralmente, pero se arrepiente y quiere expiar por ello, no es auto-humillación lo que le mueve, sino un resto de amor por valores morales — y no es auto-humillación lo que expresa, sino un ansia por recuperar su autoestima. La humildad no es un reconocer los fallos de uno, sino un rechazo a la moralidad. “Yo no soy bueno” es una afirmación que puede ser pronunciada sólo en pretérito. Decir: “Yo no soy bueno” es declarar: “. . . y no tengo la intención de mejorar jamás.”
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