"No llores porque ya se terminó... sonríe, porque sucedió."

‎”No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió.” Gabriel García Márquez


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Una tarde de “Escritos de Café” una amiga a quien quiero mucho me preguntaba ¿Cómo se olvida a un ex? ¿Cómo se sobrevive o se vuelve a caminar por las calles sabiéndose sola? ¿A qué sabe el silencio cuando se sabe que allí, por alguna calle cerca, camina ese otro que ya no es nuestro compañero de risas y pleitos?

Debo aceptar que más de una vez me dejé llevar por la desilusión, la melancolía, el vacío de una larga noche y de cientos de lágrimas que provoca un “se acabó”. Más de una vez, salí a las calles a caminar sin rumbo fijo y sentí transformar mi rostro en un conjunto de elementos hinchados y sobresalientes: esos eran mis ojos y mi nariz.

Sus preguntas me hicieron detenerme a pensar en mi propio proceso.

Puedo decir que ha pasado el tiempo, y el mundo no se acabó. Terminar una relación, cualquiera sea el tipo, siempre va a dejar en nosotros una cicatriz. Dependerá de lo que decidamos: si le hacemos una cirugía estética o si la dejamos tal cual como un hito de las batallas.

He tenido la suerte de haberme cruzado en la vida con grandes personas, amigos desde un inicio y con el paso de los vivencias nos fuimos convirtiendo en novios, amantes, aventuras, o simplemente amigos. Aceptemoslo, eso hace que la continuación de esos vínculos, cuando ambos nos convertimos en el Ex del otro, es aún más compleja.

Si la amistad sobrevive a toda costa, los felicito! y sin tensiones entre líneas: tienen mi admiración! Y si los invitan a las bodas, pues allí si, no lo hagan! Yo solo sé que es complicado, me ha tocado vivirlo y aunque tiene su lado dulce, el saber que uno sabe de ese otro más que alguien, y que será así por siempre, es embriagador.

¿Cómo he sobrevivido yo? sobre todo al cerrar una última “relación” de muchos años de cercanía… no lo sé bien, pero allí vamos.

Otras veces, luego de sentirme devastada por la realidad y aplastada por las duras palabras o silencios o mensajes de whatsapp, pasaba días y horas pensando en cómo pudo haber sido mejor la mejor forma de llegar a ese final o porqué no me di cuenta o porqué no les hice caso a los amigos. La verdad es que hasta que no llegó esa confluencia de “espacio-lugar-tiempo-situación” donde sentí que mi alma no se volvía frenética, no explotaba ni rabiaba… me di cuenta que simplemente no sentía nada, solo quedaba calma o silencio o mucho por escribirle.

Durante los días que pasaron, simplemente no lloré más, no me sentí mal.. no sentí. Y una tarde recordé como fue que seguí adelante las veces en que juré haber encontrado al compañero ideal y que luego solo nos quedó separarnos. Si pude seguir y llegar hasta aquí, es que algo me hechó a andar ¿no?

Claro, no se trata que uno debe tener muchos “ex” para decirle a otros que no se preocupen, que al final no se siente nada y que eso nos evita dolor. No. Suerte o no, algunos de esos hombre maravillosos se convirtieron en mis amigos, algunos los más leales, otros a la distancia pero sabiendo que siempre contamos el uno con el otro y con la familia del otro y otros, que simplemente desaparecieron para hacer sus vidas a su manera y sin recuerdos. Cada quien decide.

Así que es difícil pero posible.

No se trata que no esté en nuestro día a día, solo no está en nuestro corazón, y la memoria le va encontrando un baúl donde ir guardando cada uno de los buenos y malos recuerdos. Nuestra alma, siempre ordenada, empieza por archivar los malos recuerdos para que al final de la agonía y en las últimas páginas del libro que se cierra nos deje un sabor de “haber vivido” y no simplemente de haber fracasado.

Conforme uno va creciendo aprende a que se ama de maneras distintas, diferentes, con intensidades y con egoismos que la edad y el vivir nos van tallando. Amar o enamorarse a los 20s nunca será lo mismo que amar o enamorarse a los 28s o a los 30s o a los 34s (espero).

Si a eso le agregas el haber vivido una vida bajo tus propias reglas, muy intensa, caótica, pero rica en experiencias, la cosa se complejiza más. Porqué? porque a cada paso aprendemos, y aprendemos más rápido; vamos conociéndonos más a nosotros mimos y sabemos que NO nos gusta y que SI. Mientras más grandes, más manías, es cierto. Y esas manías cuando llegan al momento de tener que cohabitar con manías de un otro, se convierte en el gran reto de la felicidad: porque solo entre dos compañeros que ceden un poco de su espacio a la vez para construir un juntos, se puede seguir dando besos con sabor a libertad.

Libertad es mi palabra favorita, aunque yo misma en pleno uso de mi libre albedrío la entregué una vez. Y puedo decir que fue por amor, por la ilusión de creer haber encontrado al compañero para darle la vuelta al mundo una y otra vez.

Me equivoqué, es cierto. No ví más allá de la creación de mi mente, es cierto. Se sobrevive, sí. Se olvida, no. Se vuelve a amar, eso quiero creer.

Cuando una tarde se decide que es momento de tomar distancia, porque es la mejor medicina y aleja las posibilidades de contacto, no es solo un proceso de revisar el pasado para anularlo, es solo la indicación que, aunque sabemos que no podremos volver a empezar desde cero, seguiremos adelante solo con aquello que egocéntricamente llamemos nuestro.

Se sobrevive, pero cuesta. Se debe invertir tiempo, espacio y horas pensando, y se debe dejar ir ese aliento plagado de recuerdos y luchar contra esa necesidad que la rutina nos implantó de escribir, o leer o mirar o saber o preguntar. Se puede.

Un día, si a ustedes les pasa, cuando crean que ya ha pasado todo y ya lo han olvidado, aparecerá su nombre, una imagen en medio de lo cotidiano. Y al ver pasar esa imagen, sentirás la alarma del vacío y seguirás tu rumbo. Allí sabrás que sobreviviste a algo grande, y si puedes hacer eso, puedes hacer lo mismo para muchas cosas más.

Finalmente recuerda: ‎

“No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió.”

Gabriel García Márquez

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