La verdad sobre la sal y lo que realmente hace a su cuerpo.


Junto con el colesterol y las grasas, la sal es otro de esos demonios de la dieta desde hace décadas. Nos han enseñado que la comida hay que comerla natural, sosa, casi tal cual, porque si comemos demasiada sal estaremos poniendo en riesgo nuestra salud cardiovascular.

El razonamiento que nos han transmitido es otro de esos razonamientos simples basados en mecanismos básicos: Si se come mucha sal, el organismo retiene más líquidos para reducir la concentración de sodio, y se eleva la presión arterial. Suena lógico.

Pero ¿significa entonces que esa presión arterial aumentará demasiado hasta causar hipertensión y que el riesgo de enfermedad cardíaca (y por lo tanto, riesgo de muerte prematura) aumentará? Así se ha pensado durante décadas. Pero esto es algo que, aunque suene extraño, no está tan claro. El peligro de la sal es otro de esos dogmas, deducidos en base estudios incompletos y simplificaciones  químicas y metabólicas para los que la evidencia científica era escasa.

Recientemente se han dado los resultados de las mayores revisiones sistemáticas y rigurosas, una de ellas de la mano de la iniciativa Cochrane (la que se utiliza como referencia mundial para trasladar resultados científicos en recomendaciones médicas):

– Reduced dietary salt for the prevention of cardiovascular disease: a meta-analysis of randomized controlled trials (Cochrane review) (2011, completo en este enlace)

– Low sodium versus normal sodium diets in systolic heart failure: systematic review and meta-analysis (2012).



Y  qué dicen? La primera, que no hay pruebas científicas suficientes que demuestren que reducir la cantidad de sal sirva para disminuir el riesgo cardiovascular o la mortalidad. Y la segunda, que comer muy poca sal es peor que comerla en cantidades normales, ya que aumenta el riesgo.
Así que es probable que, como casi siempre en nutrición, la moderación y el sentido común puedan ser buenos consejos. Si evitamos los alimentos altamente procesados, que la contienen en gran cantidad, y el resto los salamos con normalidad, evitando también la reducción excesiva, probablemente sea una medida más suficiente, al menos para las personas sin problemas de salud. Eso sí, si usted ya sufre hipertensión, (y en cualquier caso), no deje de atender las recomendaciones de su médico.



Sal: La esencia de la vida
¿Puedo vivir sin sal? Pues No.

No se puede vivir sin sal. La función del cuerpo humano es totalmente dependiente de su conductividad y la capacidad de él para transmitir información eléctricamente.

Cada uno de sus 4 trillones de células tiene una carga eléctrica. La comunicación entre las células y sistemas de tu cuerpo requiere un entorno apropiado para las señales eléctricas e impulsos a intercambiar.

No sal = no conductividad = no vida!

Todos hemos visto el experimento en clase de ciencias de la escuela secundaria donde intentamos pasar electricidad por el agua destilada (desprovisto de minerales) en un intento de completar un circuito y así encender un foco de luz. Aquí está de nuevo en el caso de que te hayas saltado ese día de clase para hacer champiñones con tus amigos:

Como se puede ver en el experimento, si bebemos agua destilada, agua del grifo o agua del río, necesitamos sal adicional en orden de que la señal eléctrica pueda atravesarlo. Nuestros cuerpos son al menos 70% agua y si comparamos la bombilla encendida a la vida misma, entonces es justo decir que la vida no pueden existir sin sal.

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