Técnicas y estrategias para ayudar al niño hiperactivo.

Vinieron los nietos....!!!

En esta imagen podemos apreciar como, los niños son muy tiernos cuando son pequeños pero una vez que comienzan a crecer, y a explorar el mundo que los rodeas, adquiriendo a través de aventuras y juegos las experiencias de la vida todo se vuelve caótico, y mas para aquellos abuelitos que no están tan jóvenes ni enérgicos como en sus tiempos mosos… :)

Lo que nos queda es ponernos a entrenar desde joven para batallar con estos nietecitos, que hacen un terremoto en la casa pero que nos tienen robado el corazón y las energías.
Si no eres un abuelo moderno este articulo  te puede ayudar para mas   técnicas y estrategias continua leyendo aquí ↓


“¿Cómo le convenzo para que se siente a hacer los deberes? ¿Qué le digo para que no se levante mientras come? ¿Hay alguna manera de ayudarle a mejorar sus trabajos? ¿Qué hago para que me escuche?… ” Si tienes un hijo con hiperactividad seguro que éstas y muchas otras preguntas han pasado mil veces por tu cabeza. Las respuestas te las dan una serie de estrategias que te explicamos a continuación.

Los síntomas que caracterizan el “Transtorno de Déficit de Atención con Hiperactividad” (TDAH) son la impulsividad, la hiperactividad y la baja atención. Pero, sin duda, lo que ayuda a detectarlo es observar si un niño manifiesta con frecuencia las siguientes conductas:

Su comportamiento es infantil para su edad, excesivamente inquieto y dependiente; más propio de un niño de menor edad.
Le cuesta concentrarse, no mantiene la atención cuando es necesario.
Es desorganizado y suele hacer los trabajos con una baja calidad.
Frecuentemente deja los trabajos sin terminar o interrumpe los juegos.
Está continuamente levantándose cuando debería estar sentado, por ejemplo, en la clase o a la hora de comer.
Es muy impulsivo, hace las cosas sin meditarlas previamente.
Mueve mucho las manos y los pies.
Suele interrumpir a los demás cuando están hablando o realizando alguna actividad.
Siempre está corriendo y saltando, como si tuviera un motor en marcha.
Le cuesta relacionarse con otros niños debido a que siempre está cambiando de juego, no respeta los turnos y no sigue las reglas del grupo.
A menudo pierde cosas o las olvida.
Es desobediente y su comportamiento provoca las quejas de sus profesores.
Si tu hijo cumple algunos de los puntos expuestos aquí, quizás sea recomendable acudir a un profesional para diagnosticar o descartar el trastorno de hiperactividad.

Técnicas y estrategias para ayudar al niño hiperactivo

La forma de tratar el “Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad” es modificar o compensar lo más posible aquellas conductas típicas que repercuten negativamente en la vida diaria del niño y de su familia. El objetivo principal es reducir su impulsividad e inquietud motriz y aumentar su atención, que son la fuente de sus principales problemas. Las corrientes psicopedagógicas conductista y cognitivista ofrecen diversas estrategias para tratar la hiperactividad. La corriente conductista centra su atención en cómo el ambiente en el que se mueve el niño (la familia, los profesores, etc.) interactúa con él para, manejando esta interacción, modificar las formas de comportamiento. La corriente cognitivista actúa directamente sobre el niño enseñándole a ejercer su propio control a través del entrenamiento en estrategias.

Corriente conductista: cambiar una conducta inadecuada a través del ambiente

Para modificar determinadas actitudes, como la agresividad o la desobediencia, se emplean técnicas de cambio conductual que se apoyan en la psicología conductista. La base de todas ellas es la idea de que todo comportamiento es una forma aprendida de responder a determinadas circunstancias. Cuando lo que obtenemos al responder de determinada manera es bueno, agradable o sirve a nuestros propósitos, esa respuesta se instaura en nosotros, es decir, la aprendemos y siempre que nos vemos en circunstancias similares respondemos igual. Por el contrario, si con nuestra actuación no logramos lo esperado, desechamos la respuesta como “no válida” y dejamos de emplearla.

Esto supone que tu actitud es fundamental a la hora de manejar la de tu hijo, ya que es la que le proporciona la información de si sus respuestas son adecuadas y sirven a sus propósitos o, por el contrario, debe sustituirlas por otras. Los padres pueden, sin darse cuenta, fomentar las respuestas inapropiadas. Un ejemplo muy claro es cuando se cede a un capricho, que se ha negado en un principio, para contener una rabieta. La conclusión del niño en esta ocasión es clara (y muy lógica): “enfadándome, gritando y tirando las cosas consigo lo que yo quiero”. Resultado: cada vez recurrirá con más frecuencia a las pataletas.

Las técnicas de cambio de conducta lo que hacen es controlar las consecuencias de las acciones convirtiéndolas en agradables, a través del “refuerzo positivo”, o desagradables mediante el “castigo”. Aquellas conductas del niño a las que siga un “refuerzo positivo” serán aprendidas como útiles y se repetirán; aquellas otras a las que acompañe una consecuencia negativa terminarán desapareciendo. Los refuerzos pueden ser muy variados. Al principio, cuando una actitud está muy instaurada, se recurre a recompensas de tipo material (un juguete, una chuchería, etc.).
Posteriormente se van restringiendo este tipo de refuerzos para que el niño no haga las cosas por el premio sino porque realmente ha adquirido nuevas actitudes con las que se siente más satisfecho. Para ello, desde el principio (junto con las recompensas materiales) y a lo largo del tiempo (cuando ya se han eliminado aquellas) el niño debe recibir refuerzos sociales como abrazos, alabanzas o cualquier otra manifestación de afecto por lo bien que ha actuado. Por otra parte las consecuencias negativas, siempre relacionadas con las conductas que deseamos eliminar, serán cosas como quedarse sin ver la tele o recoger el cuarto, pero jamás castigos físicos. Además, todo castigo debe ir acompañado del refuerzo de la conducta alternativa.

¿Cómo puedes aplicar todo esto? 

Una forma es hacer un trato con tu hijo. Piensa en alguna cosa que quieras cambiar de él, por ejemplo, que no se levante de la mesa mientras come. Ya tienes establecido el objetivo general. Ahora, en función de la problemática, piensa cuándo y cómo vas a reforzar el cambio de comportamiento: si tu hijo no aguanta más de tres minutos seguidos en la mesa, empieza por reforzar que consiga estar sentado al menos cinco minutos. Según le vaya resultando más sencillo cumplir el objetivo ve aumentando el tiempo hasta que, finalmente, reciba el premio sólo si permanece toda la comida sin levantarse.
El siguiente paso es acordar el premio o refuerzo. En este caso lo más apropiado es un sistema de puntos o fichas canjeables. Elabora con tu hijo una lista de cosas que le gustaría hacer o conseguir y pon a cada cosa un valor en función de sus características: un caramelo 2 puntos, media hora más con el ordenador 8 puntos, ir al cine 14 puntos, comprar un juguete determinado 20 puntos, etc. Ya sólo queda ponerlo en práctica: cada vez que tu hijo cumpla el objetivo marcado refuérzale con un punto y cuando desee canjearlos dale la recompensa que le corresponda según acordasteis.

Corriente cognitivista: enseñar a hacer las cosas mejor

Según la corriente cognitivista, la forma más adecuada de ayudar a un niño hiperactivo a resolver sus problemas correctamente es entrenarle en los pasos que debe seguir, es decir, darle estrategias para que sepa cómo actuar.

Por ejemplo, mantener la atención es una habilidad casi automática en la mayoría de las personas, pero para un niño hiperactivo es todo un triunfo. Para facilitarle esta tarea debemos enseñarle cómo se presta atención facilitándole una serie de instrucciones que resuman eso que hacemos las personas cuando prestamos atención (centrarnos en lo importante, ignorar los estímulos irrelevantes, etc.). En este caso estaríamos hablando de estrategias atencionales. Dicho así parece muy abstracto, sin embargo lo puedes aplicar de forma particular a cada una de las tareas con las que tu hijo tenga dificultades. Una manera de hacerlo efectivo es el “modelo de autoinstrucciones” que debéis practicar cada día tantos días como sea necesario hasta que tu hijo sea capaz de realizar el quinto paso de forma natural:

Modelado: haz tú la tarea mientras vas diciendo en voz alta los pasos que sigues, mediante instrucciones claras y concisas.
Guía externa manifiesta: ahora es él quien realiza la misma tarea mientras le ayudas repitiendo junto con él los pasos.
Autoguía manifiesta: el niño repite solo las instrucciones, en voz alta, mientras hace la tarea.
Autoguía manifiesta atenuada: en vez de hablar en voz alta debe cuchichear las instrucciones.
Autoinstrucciones encubiertas: finalmente el niño realiza la tarea en silencio mientras se guía por las instrucciones a través del pensamiento.


Técnicas y estrategias para ayudar al niño hiperactivo. Consejos prácticos.


consejos prácticos


“¿Cómo le convenzo para que se siente a hacer los deberes? ¿Qué le digo para que no se levante mientras come? ¿Hay alguna manera de ayudarle a mejorar sus trabajos? ¿Qué hago para que me escuche?… ” Si tienes un hijo con hiperactividad seguro que éstas y muchas otras preguntas han pasado mil veces por tu cabeza. Las respuestas te las dan una serie de estrategias que te explicamos a continuación.



Fíjate en todas aquellas cosas que tu hijo hace bien y refuérzalas mucho.
Cuando te propongas nuevos objetivos debes ir siempre de lo más simple a lo más complejo.
Los objetivos deben ser muy concretos, fácilmente comprensibles por el niño. Un objetivo no será “recoger el cuarto” sino, por ejemplo, “colocar cada juguete en su sitio, guardar los zapatos debajo de la cama y que no haya nada tirado por el suelo”.
Los refuerzos o castigos deben seguir de cerca a la conducta que pretenden modificar. Una forma de que se acostumbre a esperar es reforzarle por medio de puntos que más adelante podrá cambiar por un premio.
Para que los refuerzos materiales sean útiles deben ser algo que el niño desee y que no pueda conseguir fácilmente por otros medios.
Recuerda que un castigo debe ir acompañado de una explicación sobre cómo debería haber actuado.
Aunque utilices refuerzos materiales es importante reforzar a nivel afectivo y emocional: muestras de afecto, frases como “lo has hecho muy bien, estoy muy contenta”, “¿has visto como podías hacerlo?, mira qué bien que te ha quedado”, alabanzas, etc.
Los refuerzos no tienen por qué ser siempre materiales o individuales: pueden ser sociales o familiares, por ejemplo: ir al cine todos juntos, hacer un picnic, ir a pasar el fin de semana a casa de unos amigos, etc.
Los puntos sólo se ganan o se pierden en función de lo acordado. Es decir, si acordasteis que ganaría un punto cada vez que se cepillase los dientes antes de ir a dormir, y ese día lo hace pero se porta mal, no le quites el punto como castigo.
No olvides cumplir siempre tu parte del acuerdo.
Una estrategia muy útil para mejorar la resolución de problemas es que el propio niño evalúe sus resultados. Para ello podemos enseñarle a seguir mentalmente un esquema similar a éste: plantearle si ya ha acabado lo que tenía que hacer y cómo es el resultado. Si lo ha hecho bien se da por acabado. Si cree que no, enseñarle a pensar qué puede mejorar según la actividad que estaba llevando a cabo.


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